Mons. Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca, presidió la misa de la Cena del Señor el Jueves Santo en la Catedral, una celebración en que tiene lugar el memorial de la institución de la Eucaristía. Es una de las misas más emotivas para los fieles, puesto que se conmemora la última cena de Jesús e inicia el Triduo Pascual.
Durante la misa, se lleva a cabo el lavatorio de pies. Este año, el obispo lavó los pies a los presbíteros concelebrantes en la Seu, canónigos del cabildo de la Catedral, como representantes de todos los presbíteros de la Diócesis y como símbolo del servicio del obispo.
Posteriormente, se lleva a cabo la tradicional procesión hacia la Casa Santa, donde se lleva la reserva eucarística que será utilizada el Viernes Santo. La Casa Santa de la Catedral, em la capilla del Corpus Christi, permaneció hasta la mañana del Viernes Santo a las 14.00 h.
En su homilía, Mons. Sebastià Taltavull recordó el gesto radical de Jesús de ofrecer el pan y el vino como don total de su vida, símbolo de amor y servicio. “Jesús se ofrece tanto que quiere ser comido. No se reserva nada para él mismo.” La Eucaristía es el centro de la fe cristiana, “fuente y cimal” de la vida con Dios, donde nos invita a compartir aquello que tenemos y somos. “Solo comparte aquel que se desprende de algo.”
El lavatorio de pies es “el gesto que nos identifica” como seguidores suyos. Jesús se hace servidor, rompe los esquemas sociales y nos muestra “una forma de ser y de hacer” basada en el amor. Nos pregunta: “Entendéis esto que os acabo de hacer?” Y nos pide: “Tal como yo lo he hecho, lo hagáis también vosotros.”
Este amor, ha afirmado el obispo, se concreta en acciones hacia los más vulnerables: migrantes, niños, personas sin techo. “Este es el camino: el del amor hasta el extremo.” El tráfico de personas es una herida grave que “clama al cielo”, y la Iglesia se implica para denunciar y sensibilizar. “No podemos callar”.